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LEYENDA DE OIA - OXUM - IEMANJA




LEYENDA DE OIA - OXUM – IEMANJA

En una época muy remota, vivían en una tribu tres hermanas: Iemanja, Oxún y Oiá, quienes, aunque muy pobres, eran felices.
La mayor, Iemanjá, se adentraba en el mar y pescaba para sostener a las otras dos hermanas; como Oxún cuidaba de la más pequeña, iba al río, cogía peces y piedras y los vendia.
Las tres hermanas se adoraban y vivían una para otra.
Un buen día, enemigos de la tribu invadieron su territorio y arrasaron con todo.
Como Oxún acostumbraba a amarrar a Oiá para que no se perdiese o hiciera alguna travesura mientras ella nadaba y se sumergia en el río, no sintió los gritos de Oiá, ni tampoco Iemanjá, quien estaba muy lejos, en la costa.
Así, los enemigos se llevaron a Oiá como rehén.
Las dos hermanas se impresionaron tanto con la captura de la pequeña que Oxún, enferma de melancolía se consumió lentamente.
Pero había logrado conocer cuánto le costaría liberar a su hermana Oiá, y fue guardando poco a poco monedas de cobre.
Por fin llegó el momento de cerrar la transacción de rescate con el jefe de la tribu enemiga.
Este, quien sabia que Oxún era muy pobre, aceptó el dinero, pero le dijo que duplicaba el precio de la niña.
Ochún cayó de rodillas, suplicó y lloró, pero el jefe, perdidamente enamorado de ella, le pidió su virginidad a cambio de la libertad de su hermana.
Por el amor que profesaba a Oiá, Oxún accedió.
Ya ambas, de regreso a la casa, le contaron todo a Iemanjá, y ella, en reconocimiento al gesto generoso de Ochún y para que Oiá nunca olvidara el sacrificio de su hermana, adornó la cabeza y los brazos de la pequeña con monedas de cobre.
Mientras Oiá estaba cautiva, Olofi había repartido los bienes terrenales entre los habitantes de su tribu: a Iemanjá la hizo dueña absoluta de los mares; a Oxún, de los ríos; a Oggún, de los metales, y así sucesivamente.
Pero como Oiá no estaba presente, no le tocó nada.
Ochún imploró a su padre que no la omitiera de su representación terrenal.
Olofi, que quedó pensativo al percatarse de la justeza de la petición, recordó que sólo quedaba un lugar sin dueño: el cementerio.
Oiá aceptó gustosa, y así se convirtió en ama y señora del camposanto.
Por eso, Oiá tiene herramientas de cobre para mostrar su eterno agradecimiento al sacrificio de Oxún, come a la orilla del río, como recuerdo de su niñez.



“Pataki de Oshun y Olofin”.




En la antigüedad Oshún no vivía aún en el río, vivía con su padre Olofi, de hecho era la hija predilecta de el.
Oshún siempre encanta a todos y todo cuanto le rodea, esto no dejaba indiferentes a Olofi que siempre tenía para ella un halago, atenciones y bendiciones, pero como todo en este mundo, donde hay amor, hay otro extremo que es opuesto.
La mujer de Olofi empezó a sentir celos de cómo él y su hija tenían una magnífica relación y fue creando poco a poco una imagen negativa de oshún, su obra maligna y paciente le dio resultado.

Olofi empezó a tratar a su encantadora hija Oshun con indiferencia.

Oshun no comprendia que pasaba, meditaba cada día que podía haber pasado, para que el amor que sentía de su padre se convirtiera en indiferencia, eso le causaba mucha tristeza y agobio, decidió que era el momento de retirarse de su casa.

Deambulo por el mundo con gran pesar y tristeza.

Yemaya al enterarse de la situación de Oshún decidió ayudarla, le apareció en su camino y le pregunto que le pasaba, Yemaya confirmó que cuanto había escuchado de lo que le pasaba a Oshún era cierto y le dijo que se fuera con ella.

Llevó a Oshun al río y le dijo “Este es y sera tu reino, yo reinare en el mar”. Oshún sintió cómo se apoderaba de ella  una gran felicidad, Yemaya la observaba y sonreía de ver nuevamente el regreso de sus encantos.

Al paso del tiempo, Olofi empieza a pensar que algo no andaba bien, porque nunca lo que le habían dicho su esposa, lo vio, y tampoco nadie le informo,por lo que realizó su propia investigación y descubrió que todo fue una trampa vil de su mujer para separarlo de la hija que tanto ama.

Decidió alejarla de su lado y como buen padre se dedicó a buscar día y noche a su hija. Sentía gran tristeza y frustración por no encontrar a Oshun, se sentía arrepentido y responsable de si algo malo le podía haber pasado a Oshún, de por cómo la trato, pensando que todos los chismes que le contaba la malvada de su mujer fuera cierto, que impotencia sentía, caminaba, preguntaba por todos los lados y nadie sabía de Oshún.

Su corazón no podía aguantar tanto dolor y lloraba y lloraba, con la esperanza que apareciera, pero no aparecia y su llanto se volvió mas intenso, manteniendo la tierra inundada todo el tiempo.

Entonces apareció un pavo real muy lindo y le dijo, “Tu tristeza es muy grande” todos saben que haz buscado a Oshún por cada palmo de la tierra y no has logrado encontrarla, sería muy prudente que necesitaras ayuda, haga usted llamar a Orunmila para que haga usos de sus poderes de adivinación.

Olofin en silencio, escucho el consejo del pavo real y asintió, de inmediato se mando a buscar a Orunmila. Al llegar y ponerse al día de los asuntos que atormentaban a Olofin hizo osode y consulto Ifa.

Orunmila le revelo que sabia el amor que sentía por Oshún, y por ese motivo le revelaría donde se encontraba, pero antes debía saber que ya Oshún tiene sus dominios, un reino entregado por Yemaya, debía ir a la orilla del río, hacer sonar una campana y verter miel en el agua, al decir lo de verter miel en el agua, Olofin sonrió, recordó lo tanto que le gustaba la miel.

Siguiendo el consejo de Orunmila, se dirigió al rió, estaba lleno de felicidad, miro las aguas cristalinas y buscaba a su hermosa Oshún, saco lentamente la miel de abejas y la vertía con mucho amor en las aguas, a la vez que sonaba la campana, Oshun emergió de las aguas con una suavidad que la hacia especial y única, al ver a su padre, sintió que aquellos días de tristezas podían volver y ya iba a volverse porque no estaba dispuesta a sentir ese recuerdo, cuando Olofi le exclamo con una voz resquebrajada, “Hija perdóname, he cometido un error que tarde en reconocer, por eso te pido que vuelvas a casa conmigo y seremos felices como siempre, te lo prometo”
  
Oshún al sentir la voz de su padre, sintio su amor, se volteo hacia el y le respondió.

“Padre el río ahora es mi hogar, siempre te he querido, siempre te voy a querer, cada vez que desees verme, ya sabes donde encontrarme y como llamarme”

Olofin muy emocionado por saber que aun su hija lo quería, miro dulcemente a Oshún y le dijo ” En mi casa igual de bienvenida eres, no debes pedir permiso para entrar en el”

Espero que este Pataki te guste

Maferefun Yalorde¡¡

Pataki de Oshun y Orula




Cuenta la leyenda que en las tierras sagradas había una joven muy bella, con un caminar y un encanto único, esa desprendía una sonrisa que refrescaba el intenso calor de ese lugar, era capaz con su mirada de devolver una brisa a quien le miraba.
Como es lógico en torno a ella muchos hombres sentían el interés de compartir su vida con ella, pues visitaban a la madre y la madre tan solo preguntaba a cada persona que tenía la intención de casarse con su hija, ¿Llevas rato hablando de tus deseos de casarte, pero noto que no sabes el nombre de mi hija? ¿Como quieres casarte con alguien que ni el nombre sabes? ¿Como pretendes que te conceda ese permiso si no sabes el nombre de Ante tales preguntas, los hombres interesados en casarse con la carismática muchacha cambiaron sus objetivos principales para centrarse en conocer el nombre de esa bella joven, pues con tan valiosa información podian acercarse a la madre y pedir su permiso de matrimonio.
Muchos fracasaron, otros mintieron, pidieron conversar con la madre y le decían nombres cualquiera. La madre al notar que no podía pasarse la vida atendiendo a quien pretendian mentir para logrr el matrimonio con su hija, pues decidio ser mas exigente en su determinación.
Ya no va a recibir la atención de nadie que no viniera una única vez y con el nombre de su amada hija,
Orula u Orunmila también estaba encantado de la enigmática joven, pero al ver que no podía adivinar su nombre ni por medio de sus oráculos, decidió un plan.
Ante tales preguntas, los hombres interesados en casarse con la carismática muchacha cambiaron sus objetivos principales para centrarse en conocer el nombre de esa bella joven, pues con tan valiosa información podian acercarse a la madre y pedir su permiso de matrimonio.
Muchos fracasaron, otros mintieron, pidieron conversar con la madre y le decían nombres cualquiera. La madre al notar que no podía pasarse la vida atendiendo a quien pretendian mentir para logrr el matrimonio con su hija, pues decidio ser mas exigente en su determinación.

Ya no va a recibir la atención de nadie que no viniera una única vez y con el nombre de su amada hija,
Orula u Orunmila también estaba encantado de la enigmática joven, pero al ver que no podía adivinar su nombre ni por medio de sus oráculos, decidió un plan.
Orula llamo a Eleggua y le comento su situación. “Elegua eres unico, no hay nadie tan habil como tu en la tierra, para lograr saber el nombre de la muchacha que tiene cautivado el corazon de tantis hombres” ¿Puedes ayudarme?
Eleggua le contesto afirmativamente, comenzo su plan, unas veces se disfrazaba de viejo, que dormía en la carretera, otras vece de niño que jugaba cerca de la casa de la joven, a veces se quedaba atrás de la puerta para escuchar, y así durante varios días.
Una mañana Eleggua escucho el nombre secreto que brotaba en susurros de los labios de la madre, OSHÚN
No perdió tiempo alguno y se dirigió rápidamente hasta donde estaba Orula, le contó cuanto le había costado y como lo logro.
Para ese tiempo ya Orula era un babalawo muy reconocido, se dirigió tranquilamente a la madre, le pidió permiso de forma muy respetuosa y le dijo “Como usted ha indicado, no veng para quitar su tiempo, ni decir palabrerias buscando su aprobación tan solo vengo por mi futura esposa Oshún.
La madre se puso muy contenta que fuera Orula, por el respeto que se tenia y porque sabia que estaria en buenas manos.
Oshún y Orula en este pataki, se casaron.



Pataki de Oshún y Yemaya



En este Pataki de Oshún, es donde muchos comprenderán el como llegaron los corales a ser parte de las riquezas de Oshun.
Aquí se narra que la bella Oshún siempre le gustaba pasear por el monte, su simpatía y carisma hacían que todos los animales inclusos los insectos más peligrosos como el alacrán disfrutaran de su presencia y canto.
Ella en el monte esparcía la alegría con sus andares y bailes.
Oggún siempre la observaba de lejos, pero un día se acerco y cambio su parecer, ya no le bastaba con disfrutar de el encanto particular de la bella Oshún, quería por encima de todo que fuera de el, Oshun al percatarse de las intenciones de Oggún, se horrorizo, pues en su corazón solo existe un amor que era Shangó,  decidio correr y alejarse, corrio, y corrio, por todo el monte, Oggun que para el era muy fácil correr, mantenía el acecho.
Cuando todos los esfuerzos de Oshún por alejarse de su pesadilla mermaban y ya pensaba que era un hecho que la iban a atrapar, diviso un resplandor a lo lejos, agudizo su mirada, observo que era un río, y sin pensarlo dos veces y con todas las fuerza que le quedaba, mantuvo su carrera hacia el, con mucho pesar llego y se lanzo al río.
Al lanzarse al río, sintió un gran alivio, pues se refrescaba con la caricia de la corriente y se sentia segura de escapar de Oggún, la corriente del río fluía hacia la desembocadura y junto a ella la bella Oshún.
Cuando llego a la desembocadura, tropezó con la poderosa Yemaya, le contó lo que le había pasado desde el inicio. A Yemaya le causo tanta simpatia y al ver que el río le causaba tanta protección , decidió regalarle el río, y para alegrarla la cubrió de joyas, corales, y otras riquezas.
Por este acontecimiento en la vida de Oshún es que vive en el río y quiere tanto a Yemaya.


Pataki de Obatala y Oshún






Cuenta la leyenda que Obatalá siempre cantaba a su hija Oshún, pero si una canción nunca dejaba de cantar, era una ceremonial, que siempre alegraba mucho a Oshún “Sawani Ibo Eleri, Leriche Oka Di Pola”


El solo hecho de ver la alegría que desprendía Oshún cuando le cantaba esa canción, era motivo suficiente para cantarsela cada día.


Un día Oshún salió de casa y no regresó más nunca. Obatala no podía superar esa perdida, caminaba mucho buscandola, preguntaba a todos cuanto encontrara en su camino, en unas de su búsquedas se adentro en el bosque y se sentó en una piedra muy triste, y en la tranquilidad que le envolvía el bosque escuchó el canto que le cantaba a Oshún de pequeña, pensó que solo era ilusiones, y se levanto, pero al levantarse escuchó el canto más fuerte, eso le provocó una inmensa alegría, camino hacia donde la voz se hacía más fuerte.


Atravesando con gran desespero las grandes plantas del bosque, y guiándose solo por la melodía de la voz, llegó a un río, donde había una bella joven jugueteando con el agua y cantando con mucha alegría, se acercó, le dio los buenos días y le dijo, joven ¿Quien le ha enseñado esa canción?


La joven y bella muchacha, miró a Obatala y le dijo de pequeña mi padre me cantaba esa canción, cada dia, cada noche, y ¿sabe usted? es algo curioso nunca se la he escuchado a nadie cantar, porque solo mi padre la cantaba para mi.


Obatala sabía que esa canción no la conocía nadie más, le pidió que la volviera a cantar, la joven Oshún comenzó a cantarla y Obatala también a la par con ella, ambos mientras cantaban se miraban a los ojos, Obatala le brotaban lagrimas de alegria, Oshun cantaba y en su rostro no cabía mas felicidad, Oshún cantaba con más fuerza y alegría, lloraba y enseguida comprendió que Obatala era su padre, se fundieron en un abrazo y nunca más se volvieron a separar.


Maferefun Yalorde¡¡







Pataki de Olofin, Oshún y Shango.




Eran tiempos de riquezas en los Orishas, disfrutaban de sus grandes casas, y de gran tranquilidad, incluso se mostraban ostentosos.

Olofin, al ver lo bien que les iban a los orishas, decidió hacer una fiesta cada 8 lunas y en dicha fiestas siempre los invitaba, a todos, tenía el detalle de regalar monedas de oro y joyas, a cada uno de ellos, pero había una pareja de orishas que vivian juntos y las cosas no le marchaban bien, ellos eran Oshún y Shango.

A Oshún y Shango les costaba ir a casa de Olofin, por su situación económica.

Olofin pensando en cómo no hacer su fiesta aburrida, decidió cambiar la forma de hacer regalos, nada de joyas, nada de monedas de oro directamente, pues la mejor idea que le vino a su mente fue, regalar una calabaza de castilla.

Los orishas  recibieron la invitación de Olofin, se vistieron como siempre con sus nuevas y mejores ropas y subieron a la casa de Olofin para la fiesta.

La sorpresa que recibieron, cuando Olofin, con gran sonrisa les saludaba al llegar y les daba a cada uno, una gran calabaza, sabían que rechazar tal regalo en el acto, podía hacer enojar a Olofin, por lo que esperaron pacientemente, el momento justo para marcharse con su calabaza,

Cuando bajaron a la tierra, comentaron que esta vez Olofin no les había hecho un regalo digno de su posición económica, mientras mantenían esa conversación, observaban que en el camino se iban a cruzar con Oshún y Shango.

Cuando Oshún y Shango llegaron justo a donde estaban ellos, se quedaron mirando como sus ropas delataban por la situación tan mala que atravesaban y miraron a los ojos de la bella Oshún para preguntar, ¿Tienen hoy para comer? Oshún con les respondió que no.

Los orishas se miraron entre ellos, en el silencio de sus miradas aprobaron entregarle las calabazas que les regalo Olofin y así mismo fue. Se voltearon hacia Oshun y les entregaron cada uno sus calabazas para que tuvieran que comer, y así salir de la calabaza que Olofin les había regalado.

Oshún y Shango les dieron las gracias, hacía tiempo que no sentían tanta felicidad, tener tantas calabazas les proporciona durante buen tiempo alimentación y así no tendrían que preocuparse por esa suerte.

Notaron que las calabazas pesaban mucho, pero como hacía tiempo que no tenían tantas pensaron que ese peso no era más que falta de costumbre sonreían, se miraban, se besaban, estaban embriagados de felicidad y alegría.

En cuanto terminaron de acomodar las calabazas en su destartalada cocina, Oshún con una gran sonrisa, le dijo a Shango “La primera calabaza, la preparare en dulce, en cuanto esté lista, las disfrutara” Tomó la calabaza entre sus manos  y decidió partirla.

!Que sorpresa¡¡¡ !La calabaza estaba llena de joyas y oro¡, No lo podían creer, tomaron la segunda calabaza e hicieron los mismo, y paso lo mismo, y así con todas las calabazas.


OSHÚN Y ORULA



El rey mandó buscar a Orula, el babalawo más famoso de su comarca, pero el olúo se negó a ir. Así sucedió varias veces, hasta que un día Oshún se ofreció para ir a buscar al adivino.

Se apareció de visita en la casa del babalawo, y como de conversación en conversación se le hizo tarde, le pidió que la dejara dormir en su cama aquella noche.

Por la mañana, se despertó muy temprano y puso el ékuele y el iyefá en su pañuelo.
Cuando el babalawo se despertó y tomó el desayuno que le había preparado Oshún, ella le anunció que ya se tenía que marchar. Pero el hombre se había prendado de la hermosa mulata y consintió en acompañarla un trecho del camino.

Caminando y conversando con la seductora mujer, ambos llegaron a un río. Allí el babalawo le dijo que no podía continuar, pues cruzar debía consultar con el ékuele para saber si debía hacerlo o no. Entonces Qshún le enseñó lo que había traído en el pañuelo y el adivino, ya completamente convencido de que debía seguir a la diosa, pudo cruzar el río y llegar hasta el palacio del rey que lo esperaba impacientemente.

El rey, que desde hacía mucho estaba preocupado por las actividades de sus enemigos políticos, quería preguntar si habría guerra o no en su país, y en caso de haberla, quién sería el vencedor y cómo podría identificar a los que le eran leales.

El adivino tiró el ékuele y le dijo al rey que debía ofrendar dos eyelé y oú. Luego de limpiarlo con las palomas, fue a la torre más alta del palacio y regó el algodón en pequeños pedazos; finalmente le dijo que no tendría problemas, porque saldría victorioso de la guerra civil que se avecinaba, pero que debía fijarse en todos sus súbditos, pues aquellos que tenían algodón en la cabeza le eran fieles.

De esta manera Obegueño, que así se llamaba el rey, gobernó en aquel país hasta el día de su muerte.

LA BONDAD DE YEMAYÁ



LA BONDAD DE YEMAYÁ

Olofin estaba disgustado con todos los pobladores de la Tierra porque ellos lo habían olvidado. Por eso les quitó la lluvia. Con tan prolongada sequía se morían los animales, se secaban las siembras y no había casi agua que tomar.

Viendo el giro tan desagradable que tomaban las cosas en el planeta, los orishas a quienes Olofin había entregado el cuidado del mundo, se reunieron y a proposición de Shangó decidieron enviar a Yemayá para que fuera a ver a Olofin y le suplicara su perdón.

Yemayá emprendió el camino de la montaña donde Olofin tiene su palacio. Pasó mucho trabajo ascendiendo por la angosta senda por la que hubo de caminar varios días, pero al fin llegó.

Tenía tanta sed que, al llegar a los jardines, no pudo resistir más y se arrodilló a tomar agua en un charco pestilente que allí encontró.

Mientras tanto Olofin, que había salido a dar su paseo matinal, vio desde lejos que alguien se había atrevido a perturbar su tranquilidad. Al acercarse para ver quién era el intruso, se quedó perplejo al encontrarse con Yemayá que tragaba ansiosa el agua sucia del charco. Fue tanta la compasión, que le dijo que se levantara, que perdonaba a los hombres gracias a ese acto de ella y que les mandaría el agua poco a poco, para que no hubiera daños. Por eso es que hay que darle agua a los santos cuando vienen.

Cuenta una de las leyendas de OIA





Oyá no podía tener hijos y fue a consultar al babalaô. Este le dijo, entonces, que si ofreciera sacrificios, podría tenerlos. Uno de los motivos por los cuales no tenía todavía era porque ella no respetaba su prohibición alimentaria (ebbó), que prohibía comer carne de carnero.

El sacrificio sería de 18.000 caracoles de mar (el pago), muchas telas coloridas y carne de carnero. Con la carne preparó un remedio para que ella lo comiera; y nunca más debería comer de esa carne. En cuanto a las telas, deberían se entregadas como ofrenda. Ella así lo hizo y, tiempo después, dio a luz nueve hijos (número místico de Oyá).
De ahí en adelante ella también pasó a ser conocida por el nombre de "Iyá omo mésan", que quiere decir "la madre de nueve hijos" y que se aglutina como "Iyansan". Hay otra leyenda para explicar el mito de Iansã. En cierta época, las mujeres eran relegadas a un segundo plano en sus relaciones con los hombres. Entonces ellas resolvieron castigar a sus maridos, pero sin ningún criterio o límite, abusando de esta decisión, humillándolos en demasía. Oyá era la líder de las mujeres, que se reunían en el bosque.

Oyá había domado y entrenado un mono marrón llamado ijimerê (en Nigeria). Utilizó para ello una rama de atori (ixã) y lo vestía con una ropa hecha de varias tiras de tela colorida, de modo que nadie veía el mono debajo de las telas. Siguiendo un ritual, mientras Oyá blandía el ixä en el suelo el mono saltaba de un árbol y aparecía de forma alucinante, moviéndose como fuera entrenado para hacerlo
De este modo, durante la noche, cuando los hombres pasaban por ahí, las mujeres (que estaban escondidas) hacían aparecer el mono y ellos huían totalmente asustados. Cansados de tanta humillación, los hombres fueron con un babalaô para intentar descubrir lo que estaba sucediendo. A través del jogo de Ifá, y para castigar a las mujeres, el babalaô les cuenta la verdad y les enseña como vencer a las mujeres a través e sacrificios y astucia. Ogum fue el encargado de la misión. El llegó al lugar de las apariciones antes que las mujeres. Se vistió con varias telas, quedando totalmente cubierto y se escondió. Cuando las mujeres llegaron, apareció súbitamente, corriendo, gritando y blandiendo su espada por los aires. Todas huyeron desesperadas, inclusive Oyá.

Desde entonces los hombres dominaron a las mujeres y las expulsaron para siempre del culto de Eggun; hoy, ellos son los únicos autorizados para invocarlo y venerarlo. Pero, aun así, ellos rinden homenaje a Oyá, en su calidad de Igbalé, como creadora del culto de Eggun. Conviene hacer notar que, en el culto, Egum nace en la selva (igbo igbalé). En Brasil, en el ilê awo, él nace en el cuarto de balé, donde son colocadas ofrendas de comidas y realizadas ceremonias a los Eguns. Oyá también es venerada como madre y reina de Eggun, como Oyá Igbalé. Y, como nos explica la leyenda, Oyá, la selva y el mono están íntimamente ligados al culto, inclusive en relación a la voz del mono como forma de hablar del Eggun



La leyenda cuenta que estaban todos los orixás danzando




La leyenda cuenta que estaban todos los orixás danzando y Xapaná (también conocido como Babalú ayé) estaba escondido detrás de la puerta mirando, 
Oggun lo vio y preguntó a su madre: -¿Por qué se esconde mi hermano?-, ella le respondió: -Porque no quiere mostrar sus llagas. Entonces Oggun salió, tomó a su hermano y le hizo con pajas de la costa la vestimenta que lo hace característico. 
Xapaná volvió a la fiesta y empezó a danzar junto a los otros Orixás, éstos al verlo se corrieron y lo dejaron bailando solo. 
Oya al verlo fue y danzó junto a él, levantando un viento, el afefe, el cual levantó las pajas de la costa de Xapana y lo mostró a sus hermanos con un rostro y cuerpo hermosos, entonces todos sus hermanos se levantaron y fueron a danzar junto a él. 
Xapaná en agradecimiento a Oya le dio el poder que tiene sobre los muertos, por eso se dice que ella danzó con la muerte y la venció. 

ORULA CONQUISTA A OSHUN



La muchacha más linda de la región era Yeyé. Todos le decían: “Cásate conmigo”, pero no respondía, se sonreía y caminaba con esa gracia en las caderas que sólo ella tiene. Era tal el acoso, que su madre le dijo un día a los enamorados: “Mi hija tiene un nombre secreto que nadie conoce. El que lo averigüe, será su esposo.”

Uno de los enamorados era Orula u Orunmila, el dios de los oráculos. En esta oportunidad él no podía averiguar cómo se llamaba la linda muchacha. Entonces le pidió ayuda a Eleguá y le dijo: “Averigua el nombre de la muchacha que tiene rotos los corazones de los hombres. Sólo tú, que eres tan hábil, puedes conseguirlo.”

Disfrazado unas veces de viejo, otras de niño y hasta fingiéndose dormido, Eleguá estaba siempre cerca de la casa de Oshún, procurando averiguar cuál era el nombre. Como la paciencia tiene su recompensa, un día la madre, que jamás decía el nombre en voz alta, la llamó diciéndole: “Ven acá, Oshún.” Eleguá oyó el nombre y se dijo: “Oshún es su nombre secreto.”

Sin pérdida de tiempo, se reunió con Orúnmila y le contó lo que había sucedido. Aquel, que ya por esa época era un babalawo muy respetado, fue a donde estaba la madre de la muchacha y cuando estuvo reunido con las dos, dijo: “Vas a ser mi esposa, porque sé tu nombre: te llamas Oshún.”

SHANGÓ SE ENFURECE



Shangó encontró en su camino un pueblo que le agradó y decidió pasar una temporada allí.

Pero el lugar, en apariencia apacible, resultó ser un verdadero infierno. Una gran discordia reinaba entre todos sus moradores. Riñas constantes, calumnias y habladurías de unos contra otros; muertes y luto por todas partes: ese era el panorama.

Al darse cuenta, Shangó se indignó y decidió darles un gran escarmiento. Salió a la calle con su tambor y comenzó a tocar. Todos los vecinos del lugar fueron saliendo de sus casas y se pusieron a bailar. Entonces comenzaron a caer rayos y muchos murieron a causa de ello. Fue tan fuerte la tormenta eléctrica que desató, que los principales del lugar se acercaron a él, le hicieron moforibale y le prometieron que en lo sucesivo no habría más rencillas ni disgustos. Sólo así se aplacó la furia del orisha.

LA IRA DE SHANGÓ


Osogbo no quiso darle un abó a Shangó para que mejorara su suerte. Shangó, cansado de la desobediencia de este, le lanzó un rayo y le quemó la casa.

La suerte de Osogbo cada día era peor. Vivía por los parques y no tenía qué comer. Un día se encontró con Orula que le dijo: “Ve por casa a verme.”

Orula le hizo un registro con su tablero a Osogbo y le mandó que hiciera rogación con un akukó para Eleguá, cuatro eyelé funfun, y lo que había podido rescatar del incendio.

Osogbo lo hizo todo, y pudo aplacar la ira de Shangó.

EL ANCIANO ESTAFADOR


Shangó se dirigía en su caballo hacia un pueblo que no había visitado jamás y donde nadie lo conocía. El corcel iba a galope tendido y la capa roja del orisha flotaba dándole al jinete su inconfundible aire de gran señor, de rey de reyes.

Ya adentrado en su itinerario, encontró a un pobre ciego que caminaba con mucha dificultad en dirección al mismo lugar.

–¿Vas al pueblo, arugbo? –la voz tronó en los oídos del anciano.

–Sí, hijo –contestó el ciego.

–Dame tu mano que te subiré a mi caballo –le dijo el rey, cuyo buen corazón se había conmovido al contemplar al desvalido. Shangó montó al hombre en la grupa, así viajaron un largo rato hasta llegar al lugar deseado.

–Aquí te voy a dejar –dijo Shangó mientras lo ayudaba a bajar en la calle principal del pueblo.

–¡Auxilio! –gritó el ciego tan pronto puso un pie en tierra. –¡Auxilio! Me quieren robar mi caballo –repetía a toda voz.

Los habitantes del lugar se arremolinaron alrededor de ambos y la justicia no tardó en llegar.

–Yo recogí a este hombre en el camino y ahora me quiere robar el caballo –explicaba el ciego a los presentes, que ya comenzaban a mirar a Shangó con mala cara.

–¿Tienes algo que decir? –le preguntó uno de los soldados que acababa de llegar.

–Bueno, si él dice que la cabalgadura le pertenece, yo creo que debería saber si es un caballo o una yegua.

–¿Qué tú respondes, anciano? –preguntó otro soldado.

El ciego cogido de sorpresa por la pregunta que le hiciera el orisha y pensando que nadie lo vería, tendió su mano buscando los genitales de la bestia para saber si era hembra o macho. Los presentes se echaron a reír y los soldados le devolvieron el caballo a su dueño, no sin antes regañar con toda severidad al ciego mentiroso.

EL DISFRAZ DE SHANGÓ



Shangó llegó a un pueblo y después de alquilar una casa izó su bandera roja y blanca tan alta como la del rey de aquel lugar.

Al rato llegaron los soldados indagando por el dueño de la casa. Como Shangó era el único que vivía allí y no negó que esa era su bandera, se lo llevaron preso.

Ya en la prisión, se presentó la hija del rey, que se había enamorado de él cuando lo vio en la calle, pues era un hombre muy apuesto.

La muchacha le propuso intercambiar sus ropas para que pudiera huir de la cárcel. Así lo hicieron y Shangó salió primero disfrazado de mujer.

Mas cuando la hija del rey quiso abandonar la prisión, los soldados, no repararon que se trataba de una mujer con las ropas rojas de Shangó y la mataron.

LA LLUVIA DE ORO




Aquel año hubo una gran sequía. Un campesino que se encontraba muy triste porque había gastado sus pocos ahorros para dar de comer a sus hijos, se encontró con Shangó.

–No te preocupes, que mañana va a llover –le dijo el orisha del rayo y el trueno–, pero debes procurar por todos los medios no mojarte, que yo te garantizo una suerte grande.

Efectivamente, al despuntar el día siguiente comenzó a llover. El pobre campesino olvidó la advertencia que le había hecho Shangó, se puso tan contento que salió corriendo de su casa y esa fue la causa de su muerte, pues estaban lloviendo monedas de oro.

SHANGÓ CONOCE A SU MADRE



Corriendo una de sus múltiples aventuras, Shangó llegó a un pueblo donde reinaba una mujer. El hechizo que ejerció sobre el dueño del trueno no se hizo esperar, por lo que comenzó a cortejarla de inmediato.

A los pocos días, en un güemilere, el orisha, que no perdía ni pie ni pisada a la hermosa soberana, le insistió para que lo llevara a su palacio.

–Ves ese azul allá lejos –dijo la mujer señalándole para el mar–, es mi casa.

Shangó accedió a acompañarla y ambos caminaron hasta la playa donde la mujer lo invitó a montar en su bote. Comenzó a remar y la embarcación se alejó rápidamente de la orilla.

–Ya no se ve la costa –dijo Shangó algo asustado.

Ella se tiró al agua y una enorme ola viró el bote. Shangó, desesperado, se aferraba a la embarcación mientras profería gritos de terror.

–Te voy a ayudar –dijo la reina al volver a la superficie–, pero tienes que respetar a tu iyá.

–Yo no sabía que usted era mi madre –respondió Shangó–, kofiadenu iyá.

–Obatalá te trajo al mundo pero yo fui quien te crió –dijo Yemayá, la hermosa reina que Shangó no había podido identificar.

OGBESÁ



Ogbesá era un hombre reputado por su rectitud, buen carácter y espíritu de solidaridad con los demás. El rey, que estaba envidioso de su reputación, ideó una manera de avergonzarlo. Fue así que se le ocurrió organizar un torneo en su palacio y conceder tres premios a los ganadores. Como sabía que Ogbesá no tenía caballo, pensó que no podría competir y la gente se olvidaría de sus virtudes con la noticia de los triunfadores.

El día señalado para el torneo, Ogbesá, estaba muy triste, se fue a orillas del mar y allí se puso a comer un pedazo de pan. Como vio unos patos, se le ocurrió arrojarles unas migajas de su pan y entonces llegó Yemayá, quien al verlo tan triste y a la vez tan noble con sus animales preferidos le preguntó qué le pasaba. Ogbesá le contó y la dueña del mar le dio un caballito para que fuera al torneo. Por el camino el caballito fue creciendo.

Ogbesá llegó a tiempo al torneo y de los tres premios obtuvo dos. El rey envidioso, tuvo que reconocer la superioridad de su súbdito y le hizo moforibale.

GALLO



Gallo era muy presumido y alardeaba demasiado de su potencia sexual. Un día tuvo que salir de su pueblo en busca de trabajo porque todo le iba muy mal, ya que una gran sequía azotaba la zona. Se encontró con Shangó, su viejo amigo, que le preguntó:

–¿Cómo van las cosas por tu pueblo?

–Aquello es magnífico –contestó Gallo–, las mujeres paren hasta cuatro veces al año, los árboles dan unos frutos inmensos, los animales engordan cada día. Hasta corre un río de dinero por las calles.

Shangó, que sabía perfectamente lo que sucedía en el pueblo y había querido poner a prueba la lealtad y sinceridad de su amigo, contestó:

–Eres un gran mentiroso. Te condeno a que nunca más sientas placer con tus mujeres.

Gallo continuó montando a las gallinas, pero como lo habían castigado, no experimentaba ninguna sensación agradable, aunque lo hacía una y otra vez, esperando quizás un perdón que nunca llegó.

OGBEROSO EL CAZADOR




Ogberoso siempre andaba por el monte de cacería, en compañía de un amigo. Como su puntería era mejor cada día, aumentaba la cantidad y calidad de las piezas capturadas. Al amigo se le despertó la envidia.

Un día, aprovechando su confianza, le echó unos polvos en la cara, lo dejó ciego y luego lo abandonó en la espesura del monte.

Ogberoso anduvo vagando de un lado para otro, tropezando con las raíces de los árboles y los troncos caídos, rodando por la tierra y el fango, hasta que pudo irse acostumbrando a caminar en la maleza.

Cansado, se sentó bajo un árbol. Como conocía el lenguaje de los pájaros, oyó dos aves que conversaban animadamente sobre las virtudes de ciertas plantas.

Interesado el cazador, ahora ciego, en la charla de los animales escuchó cómo una de ellas hablaba sobre cierta hierba que era buena para la ceguera y otra que curaba las hemorroides.

A tientas, entre los altos matorrales del monte, Ogberoso, que era muy conocedor de la naturaleza, pudo identificar la planta que, según los pájaros, era buena para su mal.

Exprimió la planta sobre sus ojos y poco a poco fue recobrando la visión. Luego buscó la que era buena para curar las hemorroides, la puso en su cartera y partió de allí.

Sin saberlo, se había alejado mucho del pueblo en que vivía, por lo que siguió caminando por el primer trillo que encontró.

Al fin, llegó a un pueblo desconocido para él. Allí escuchó que el rey tenía un padecimiento que nadie le había podido curar.

Cuando el cazador supo que el padecimiento del rey era de hemorroides, se presentó en palacio y le dijo que tenía la cura para su enfermedad. El rey quedó muy agradecido y de aquí le vino a Ogberoso su suerte.